COMPETENCIA MATEMATICA ERNESTO PAENZA
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Competencia Ernesto Paenza

DESPEDIDA

Mi padre, Ernesto Paenza, nació el 20 de diciembre de 1920, y murió el 28 de agosto de 1985. Como se ve, vivió muy poco, sólo 64 años. No llegó a cumplir 65. Pero los vivió muy intensamente, y nos regaló a todos los que lo conocimos un saber muy particular: el de mirar todo con un prisma de generosidad, solidaridad, de respeto por el otro y muy particularmente de la clase de la que él surgió, la clase trabajadora. No pudo completar sus estudios porque sus condiciones económicas no se lo permitieron, pero sí se preocupó de que sus hijos pudiéramos acceder a todos los niveles de la educación. Eso sí: siempre en escuelas, colegios y universidades públicas, del estado.

El fue quien me inspiró para que yo terminara en Exactas. No sé si le interesaba tanto que yo me recibiera de matemático como que quería que yo hiciera algo que tuviera que ver con las ciencias duras. Y es curioso, porque él tenía una gran predilección por la literatura, la psicología, la sociología, la filosofía. Pero así se dio.

Cuando falleció papá, con mi familia decidimos crear una Fundación que llevaría su nombre. La idea era perpetuar lo que él había hecho en vida ofreciendo algo distinto, y por eso se nos ocurrió hacer una competencia dematemática. Y la hicimos. Obviamente, la idea tuvo quienes la desarrollaron y quienes la ejecutaron. Y así nació la Competencia Ernesto Paenza. Todos los 28 de agosto, desde hace 25 años, en todos las universidades en donde había o hay un departamento de matemática, alumnos se sentaron a pensar problemas. Al principio, cada uno rendía sola o solo. Después, a los cinco años, se nos ocurrió que podíamos invitar a pensar esos mismos problemas pero en sociedad: cada alumno podía optar por invitar a otro y pasarse cinco horas de un día del año pensando en problemas de matemática.

El objetivo nunca fue seleccionar ´a los mejores´, sencillamente porque nunca creímos en que hay ni mejores ni peores. No. La idea fue siempre disfrutar de la capacidad de pensar, de desafiarse, de frustrarse pero también de divertirse buscando soluciones. Y así lo hicimos. Durante 25 años.

Es más que obvio que detrás de todo esto hubo un grupo de personas, más que personas cualesquiera, hubo y hay personas que son amigos y compañeros de ruta en lo que tiene que ver con la matemática. El primer grupo estuvo integrado por Eduardo Dubuc, Alicia Dickenstein y Carmen Sessa. Entre los cuatro (yo también), pensábamos y buscábamos problemas para proponer. Eduardo siempre peleó para que hubiera problemas accesibles. Siempre lo fastidió que no hubiera algún problema que pudiera hacer todo el mundo. Y fue quien más insistió para que pusiéramos puntaje a los que habían elaborado algo que fuera ´conducente´. También aprendimos de él en ese trayecto, al menos, yo sé que yo aprendí mucho de Eduardo. Pero la pasión de Alicia (hasta el último día, hasta la última competencia) fueron decisivas. Alicia hizo siempre todo lo que hacía falta: desde proveer problemas, corregir las pruebas, redactar los informes, ocuparse de la difusión, estar en contacto con los participantes y delegados responsables, y más. Nunca un mal gesto, nunca una mala cara: siempre lista para todo. Carmen abandonó hace algunos años porque la didáctica de la matemática y su esfuerzo por acercarla a la sociedad de una manera diferente le ocuparon finalmente el tiempo (escaso) que ya tenía.

Pero ciertamente, sin ese grupo inicial, hoy no estaría escribiendo estas líneas. Alberto Calderón y Luis Santaló fueron presidentes honorarios de la Fundación. No hubiéramos podido imaginar dos nombres con mayor prestigiopara avalar lo que estábamos haciendo y permitiendo que la Competencia tuviera un aval inmediato dentro de la comunidad matemática. Ambos fallecidos ya, los sucedió otra personalidad incuestionable dentro de nuestro país: Juan Tirao, quien mantuvo desde su Córdoba natal el mismo nivel de quienes lo precedieron en el cargo.

Calderón me llamó un día por teléfono y me dijo que había un problema que le había costado mucho resolverlo. Me pidió que le pusiéramos más puntaje que al resto porque le parecía muy difícil. Fue la noche previa a una de las competencias. Obviamente, al día siguiente, el problema no lo pudo resolver nadie. Ni en la Argentina ni en el Uruguay. Pero tampoco en España, donde el Decano de la Universidad Complutense de Madrid (Baldomero Rubio Segovia, otro entusiasta de la Competencia) me hizo saber que a él tampoco le había salido ese problema. Pero cuento acá esta anécdota, porque poco tiempo después, Baldomero me dijo que había pensado en poner ese problema en un exámen de Análisis I (equivalente a un primer curso de Cálculo). Le dije que me parecía una locura, habida cuenta de que el problema no lo había resuelto nadie hasta allí. La única persona (además de Calderón) que conocía una solución era Alicia (Dickenstein) que fue quien lo había propuesto. Sin embargo, lo curioso fue que una alumna de ese curso de primer año en Madrid, ignorante de la dificultad (que parecía intrínseca del problema) lo abordó sin temor. ¡Y lo resolvió! Más aún: lo resolvió en un par de renglones, entregando una demostración preciosa que no había logrado ´ver´ nadie. O al menos, que no había logrado ver ninguno de todos nosotros. Y es el día de hoy que recuerdo que cuando vimos su solución, además del asombro en el que estábamos sumidos todos, pensamos con Eduardo, Alicia y Carmen: ´si hubierámos conocido esta solución mientras pensábamos que problemas poner, seguro que este problema no hubiera entrado entre los de ese año. . . pero porque hubiera sido ¡demasiado fácil!´

Así fue una pequeña parte de la historia. Esta historia que tuvo a Carlos D´Andrea como otro gran responsable de que hubiéramos llegado a los 25 años. Cuando ya Carmen había tenido que dejarnos para atender sus otras actividades y cuando Fernando Cukierman -que nos acompañó durante un largo trecho también- tuvo que dejar su lugar porque estaba en Estados Unidos, fue Carlos quien mantuvo la llama encendida. Uno de los grandes entusiastas de esta generación, mucho más joven y con el fuego más ardiente.

Sin ninguna duda, mi afecto, reconocimiendo y gratitud más profundos para estas cuatro personas (en orden alfabético): Alicia, Carlos, Carmen y Eduardo. Sin ellos, este camino no hubiera existido.

Pero hubo otros que viajaron con nosotros y nos acompañaron en alguna parte del trayecto: María del Carmen Calvo, Cristina López, Gabriela Jerónimo, Pablo De Nápoli, Pablo Amster, Matías Graña, Ricardo Durán, Marcela Almeida, Daniel Perrucci, Gustavo Masaccessi, Santiago Laplagne . . . y todos los que en algún momento aportaron problemas, como Juan Sabia, Oscar Bruno, Pablo Calderón, Jorge Fiora, Gerardo Garbulsky, Carlos Sanchez, Noemí Wolansky, Teresa Krick, Leandro Caniglia, Pablo Solernó, Juan Pablo Pinasco, Jorge Zilber. . . y seguro que me olvido de algunos más. Mi gratitud a todos ellos.

Para todos los que participaron a lo largo de 25 años. Muchísima gente que hoy, pasado el tiempo, advierto que ponen en sus currículums la posición que ocuparon en la ´Paenza´ (dejando implícito que se trataba de ´la Competencia Paenza´).

A los delegados responsables de cada una de las instituciones que participaron, y no tanto ahora, en la era de los mensajes electrónicos y comunicaciones instantáneas, sino que hablo de las épocas en donde se enviaban y recibían los problemas usando el correo (cuando los distribuía OCA) y había que cerrar los sobres con las pruebas y sellarlo para que quedara claro que habían concluído su resolución el día que correspondía. Y los sobresaltos eventuales cuando la prueba no llegaba a algunos lugares recónditos y otros no tanto. Todo eso forma parte de la historia, pero cada uno de ellos -los delegados responsables en cada facultad- tiene derecho a sentir que aportó mucho más que su granito de arena para que la competencia creciera año tras año.

La gratitud también para Martín Pavón y Rodolfo Cossalter, quienesestuvieron y están a cargo de la página web de la Competencia y la actualizaron constantemente.

A mi querido Héctor Maguregui, quien desde la famosa oficina de la calle Tucumán, fue el silencioso fogonero para que esto pudiera hacerse también. Toda la parte logística ¡durante 25 años! estuvo a cargo de UNA SOLA PERSONA: Héctor. El llevó adelante las fotoduplicaciones (en el momento en que no había ni siquiera un fax), los envíos de los sobres, los llamados telefónicos para corroborar que todo había llegado bien, las numeraciones de las pruebas para que todo participante tuviera asignada una forma de reconocerlo sin que escribiera su apellido. . . en fin, todo lo que hizo posible desde ´el revés de la trama´ para que la Competencia se pudiera hacer. Sin él, es como si hubieran faltado los ejercicios para resolver: nada se podría haber hecho. Mi gratitud infinita para vos Héctor entonces.

Por supuesto para mi familia, para mi madre que aún hoy, con todas las dificultades físicas que tiene como producto de su edad, todavía me pregunta: «¿Cómo salío la Competencia? ¿Participaron muchos ´chicos´?» Para ella y para mi hermana Laura, quienes desde su lugar silencioso fueron soportes y columnas entusiastas para que todo saliera bien.

Y finalmente, mi reconocimiento a todos los que cooperaron de una u otra forma, y cuyos nombres se me escapan. Sepan aceptar mis disculpas por no incluirlos explícitamente en estas líneas que estoy escribiendo.

Pero. . . todo este texto tiene un anuncio final (obvio a esta altura, intuyo): la Competencia llegó a su fin. Fueron 25 años de historia, un cuarto de siglo. Ahora, llegó el turno para que otro grupo de personas recoja el proyecto y lo continúe con otra energía. Ya no estábamos haciendo lo que debíamos y se estaba transformando en un ´trabajo´ extra y no en un ´placer´. Ya no tenía más lugar en nuestras múltiples agendas. Todo comprensible. No hay cargos, no hay dedos que apunten. Hasta acá, llegamos. El objetivo se cumplió: mi padre tiene el reconocimiento al que apuntábamos cuando todo esto empezó. Su nombre quedará perpetuado en el tiempo, como que fue Paenza, Ernesto Paenza, quien con su increíble empuje y su valoración por lo público logró introducirse en un mundo al cual le hubiera gustado pertenecer pero que simplemente no pudo porque las condiciones de contorno no se lo permitieron. Hoy, ocupa un lugar muy preferencial ya no solo en mi familia, sino en todos los que alguna vez se sentaron a pensar alguno de los problemas, de la famosa ´Paenza´, la ´Competencia Paenza´.

Adrián Paenza
(agosto de 2011)